Los domingos, días de tranquilidad del borrego feligrés, son para mi días esenciales para multiplicarme y transcender. Ya es costumbre extender el septimo día hasta darles una infinidad incalculable. No hay mejor cosa en la vida que resistir la inutilidad del domingo con queso y vino. Esperar el anochecer dominguero junto con seres extraordinarios con los que se tiene un vinculo que va mas allá de la explicación. La satisfacción de ver el sol junto con ellos meterse dentro del mar y voltear al lado opuesto y recibir el manto estelar de la luna… Salud.
Es una gran satisfacción llevar la tarde del domingo hasta los silencios de la madrugada del lunes, el primer día de la semana que por lo general trae consigo lo mismo... Entre copas, queso, y café se olvida el domingo y uno se desvincula de la expectativa de la semana que viene. Se habla y se ríe, se odia y se ama.
Al día siguiente la resaca, cruda, o hangover es el parámetro para reconocer lo bien que te la haz pasado. La frescura del recuerdo da aliento a la sonrisa, afila el cinismo, inspira la poesia, y reformula la necesidad de existir todavía con mas fuerza, todo esto sin importar mucho las dolencias del cuerpo y la cabeza por la vida en extremis. Asi la cafeína del primer café del día permite evocar la las impresiones de los abrazos y los besos, los ecos de las conversaciones, y las sensaciones de las miradas. No queda mas que continuar, rendirse a las exigencias de la nueva semana, y volver a esperar la tarde del domingo para ir en contra y deshacer el tiempo.
Monday, March 24, 2008
Día #37 – La dilatación de los Domingos
A Talita y Ponciano, mis amantes
Posted by
Ivnh
at
8:24 AM
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